Escrito por Amador López Parra, ingeniero desarrollador en AIDA.
El síndrome del impostor es difícil de llevar en todas las profesiones. Yo llevo con esa carga a cuestas desde que empecé en el mundo del desarrollo de software. Puede que sea porque acabé en esta maravillosa profesión de casualidad, sin haberme pasado por la cabeza que podría dedicarme a escribir código.
Hace un año que inicié esta aventura en AIDA, que vino repleta de ilusión y de incertidumbre. Por supuesto, cada vez que arranco en un nuevo proyecto la voz de ese pequeño impostor viene conmigo. Y más al entrar en AIDA, una empresa que quiere código limpio, sostenible y entendible. Pero no sólo de puertas para fuera a modo de marketing, sino que cada día hace lo posible para que las personas que estamos trabajando aquí tengamos en mente hacer las cosas bien.
Las bases son “simples”: codificar aplicando BDD&TDD (desarrollo basado en el comportamiento y los tests), implementar los principios SOLID y apoyarnos en metodologías ágiles para conseguir que el trabajo salga adelante. Y una vez más, ahí se alzaba la voz de mi acompañante para decirme que era un reto que no superaría.
Sin embargo, quise intentarlo y encontré tres grandes refuerzos durante el proceso:
- Formación específica y tutorizada que la empresa te aporta y por la que pasas al entrar en AIDA. Es como una aceleradora de esas que hay ahora para StartUps, pero orientada a los nuevos integrantes de la compañía, para que puedan ir interiorizando TDD (si aún no lo tienen), reconocimiento de “code smells”, aplicar las reglas de calistenia para la Programación Orientada a Objetos y conseguir código limpio. Es decir, no es un “lees un PDF y haces un test”.
- Líder técnico de equipo, que constantemente te ayuda a no olvidar esos conocimientos que estás aprendiendo y te guía y ayuda en los momentos difíciles. Hay que hacer hincapié en el concepto de líder. Esta figura no es una voz que mete presión porque se necesita llegar a objetivos, es una figura que te ayuda en tu proceso de integración a la empresa, que te aconseja en el desarrollo de tu trabajo y con la capacidad necesaria para guiarte en el día a día.
- Cultura AIDA. Me gusta pensar en la empresa como un ente vivo a pesar de los años que tiene de vida. Lejos de permanecer anclada en procedimientos establecidos e inamovibles, busca continuamente la mejora continua siempre basada en el bienestar de los empleados. Es una empresa dónde la persona importa y se valoran sus necesidades y situaciones para que tanto el empleado como la compañía puedan llegar a lo más alto. Además, parece que en esta empresa hay un cierto don para contratar a “buena gente” y eso se nota en cada interacción sea del tipo que sea.
Apoyado en estos tres pilares he ido conociendo a las personas que trabajan en AIDA gracias a que la empresa también se preocupa por establecer conexiones, conseguir espíritu de equipo y sentimiento de pertenencia.
A lo largo de este año hemos podido hacer “Escape Room”, conocer los talentos “ocultos” de mis compañeros y romper el hielo con preguntas para los más tímidos. Por no hablar de las sesiones dónde compartimos conocimientos, dudas, intereses y hasta se puede llegar a plantear como hacer el mejor “cachopo”.
Esto ayuda a que mi acompañante no tenga opción de atacar con la posible falta de integración en el “grupo”. Hay que estar avispado porque esta voz no para y toda ayuda es buena.
No he querido, con este escrito, dar la falsa sensación de que tenía la receta infalible para quitarte ese síndrome. Solo he querido transmitir como me ha ayudado a mí este año.
Por lo que, estas palabras son para dar las gracias a todas las personas que me acompañan en esta aventura, tengan el cargo que tengan, ya que han aportado en alguna medida para que yo pudiera creer en mis posibilidades y con mi esfuerzo llegar a mi primer año en AIDA.
Muchas gracias y espero poder ayudar, también, a que otras personas puedan cumplir años en AIDA 😀